Por lo general, las personas que no saben decir que no se caracterizan por el siguiente perfil:
- Demoran su respuesta para no tener que decir no (esperando que así el otro lo olvide).
- No dicen “no” en el momento, pero después no hacen aquello a lo que se comprometieron.
- También puede ocurrir, en el extremo contrario, que no sean capaces de decir que no y soporten las características de aquello a lo que se comprometieron a pesar del malestar que les produce.
- Rasgos de personalidad evitativos (tienen un excesivo temor a ser rechazados por los demás).
- No saber decir no les trae consigo problemas en su vida cotidiana, social o laboral.
- Baja autoestima: no se sienten valiosos como para expresar su negativa, y el hecho de no expresarla les hace sentirse inferiores.
- Suelen apoyarse en otras personas que ellos consideran “más fuertes” para que hagan de “poli malo” y digan que no en su lugar.
- En ocasiones muestran un estilo de comunicación agresivo-pasivo; por ejemplo, dejan de hablarte, te hacen el vacío, etcétera.
Por desgracia en nuestra cultura no hemos aprendido a pedir o priorizar aquello que deseamos. Parte de lo que nos han enseñado es a tener una actitud pasiva que nos lleva a aceptar casi cualquier cosa que nos pidan o sugieran sin importar si estamos o no de acuerdo. Creemos que si nos negamos seremos considerados poco educados o malas personas y ciertamente puede ser así pues es un tema de ideología cultural.
Esto nos lleva a aceptar muchas situaciones para sentirnos amados y aceptados. El problema es que le tenemos un gran miedo a ser alejados o apartados que no nos permitimos dar demasiadas negativas, aunque estas estén justificadas.
A veces podemos sentirnos incómodos al dar alguna negativa, pero aprender a decir “NO” puede liberarnos. Puede que no lo parezca, pero muchas veces nos ocupamos de cosas que realmente no son nuestras y que no deberían quitarnos el sueño.
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